2c – Hijos de Creyentes
Una tercera razón por la cual los jóvenes abandonan la iglesia es por causa de los modelos deficientes de espiritualidad que hay a su disposición. Lamentablemente, muy a menudo, no somos lo suficientemente conscientes de la tremenda importancia de los modelos o marcos de referencia para los jóvenes. Estos modelos o marcos de referencia le proporcionan puntos de orientación que por medio del enfrentamiento, el contraste, la comparación o la imitación le ayudan a desarrollar y formar su identidad personal, incluyendo naturalmente su identidad espiritual. Cuando estos marcos o modelos son deficientes entonces el joven, como afirma el educador Antonio Jiménez Ortiz, desarrolla una aguda fragmentación interna, sin columna vertebral que sostenga su personalidad. ¿Cuáles son los dos marcos básicos de referencia para la formación de la identidad espiritual del joven? Sin duda la iglesia y la familia. Entonces, si estos son débiles y no cumplen adecuadamente su función, no hemos de extrañarnos que se produzca un abandono de la fe por parte de los jóvenes.\n\nHablemos en primer lugar de la iglesia. ¿Somos plenamente conscientes del tremendo poder moldeador que tiene la congregación sobre el individuo? No es una exageración afirmar que los grupos por norma general moldean a su imagen y semejanza a los individuos que en ellos se integran. ¿Por qué se produce esta influencia? Bien, esto es debido a que el grupo ya en funcionamiento y normalmente con muchos años de estructuración provee al individuo que se desea integrar en él una serie de pautas de comportamiento que son presentadas como la \"normalidad\" y por tanto, el recién llegado observa a su alrededor y toma sus propias conclusiones acerca de lo que se considera el comportamiento normal y por tanto lo que de él se espera. Pongamos un ejemplo que nos ayude a entenderlo. Si nos incorporamos a un nuevo trabajo, normalmente el primer día procuramos llegar con antelación suficiente a la hora de comienzo de la jornada laboral. Pero si observamos que todo el mundo llega diez o quince minutos más tarde del horario supuesto, se ponen a leer el periódico, comentan las noticias del día y el partido del sábado y tan sólo se ponen a trabajar media hora después de cuando se suponían que debían hacerlo ¿qué conclusiones sacaremos? Si ese comportamiento se da día tras día, asumiremos que esa es la \"normalidad\" y nos adaptaremos a la misma.\n\nLo mismo sucede con nuestras iglesias. Cuando el niño crece y se convierte en joven y busca su propia identidad espiritual ¿hacia dónde dirigirá sus miradas? Sin duda, en primer lugar a la comunidad (posteriormente hablaremos de la familia) Esta, le ofrecerá una idea de lo qué significa el ser cristiano y en qué consiste la vida cristiana. Si nos encontramos ante una comunidad comprometida, amante de la Palabra, celosa en la evangelización, comprometida con la santidad y ardiente en la adoración, nuestro joven asumirá que la vida cristiana \"normal\" consiste precisamente en eso y tendrá un modelo correcto y desafiante. Si contrariamente encuentra una comunidad fría, legalista, poco comprometida con la santidad, la evangelización y carente de entusiasmo por la Palabra ¿qué hará nuestro joven? Hay muchísimas más posibilidades que rechace una fe que probablemente considera que es hipócrita y carente de sentido para él.\n\nUn estudio realizado por el pastor Carl K. Spackman y publicado en su libro Transmitiendo la fe a nuestros hijos (Ediciones Las Américas: Méjico 1992) indica que un 19,3% de los jóvenes por él encuestados manifestaron que la hipocresía en la iglesia era la razón decisiva para su abandono de la fe. En efecto, los jóvenes nos observan, sacan sus conclusiones y toman sus decisiones con respecto a la fe y tristemente en muchas ocasiones, sin ser ni siquiera conscientes de ello les estamos empujando al abandono de la fe con nuestro pobre, hipócrita y mezquino estilo de vida. En este contexto cabría recordar las palabras de Jesús: \"…imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos\" (Lucas 17:1-2).\n\nLas iglesias y sus líderes nos deberíamos plantear muy seriamente qué tipo de influencia moldeadora estamos teniendo sobre nuestros niños y nuestros jóvenes. ¿Podría darse la triste situación de que lejos de ayudarles a acercarse al Señor, seamos una piedra de tropiezo y escándalo para ellos? Hace falta madurez, honestidad y humildad para contestar esta pregunta y actuar en consecuencia.\n\nEl otro marco de referencia es el ofrecido por los padres. El Doctor Kenneth E. Hyde, investigador de la Universidad de Birmingham y autor entre otros libros de Religion in Chilhood and Adolescence (The Religious Education Press: Birmingham, Alabama, 1990) hace una afirmación que es desafiante y esperanzadora para todos los padres creyentes:\n\nPara concluir, los descubrimientos científicos confirman lo que hacía tiempo ya habíamos entendido. La religión es aprendida en primer lugar en el hogar, y la calidad de la vida religiosa de los padres, y su involucración activa en la iglesia es la más grande las influencias que reciben los adolescentes. Los hijos adoptan las actitudes y opiniones de sus padres; la adolescencia trae una madurez emocional e intelectual más grande y con ello una actitud más crítica… La influencia de los amigos se convierte en algo de gran influencia -pero su elección de los amigos habrá sido afectada por las actitudes que ya se hayan formado en sus hogares.\n\nEsperanza y responsabilidad. El hogar es la principal influencia a la hora de formar la identidad espiritual de los jóvenes. La iglesia no es y no debería ser la principal fuerza moldeadora de la identidad espiritual de los niños y jóvenes. No estamos afirmando nada nuevo. De hecho la Escritura claramente coloca en los hombros de los padres dicho privilegio y responsabilidad. Deuteronomio 6:4-9 es el pasaje emblemático. En contraste no encontramos ni un sólo pasaje en que esta responsabilidad sea delegada en la iglesia, aunque ésta tenga un importante papel que jugar.\n\nDesgraciadamente hoy en día se están dando dos fenómenos que contribuyen a que los jóvenes dejen la fe. Por un lado la baja calidad espiritual de los padres. Muchos padres no cultivan su propia vida espiritual. No dedican tiempo a un mejor y más profundo conocimiento de Dios y su Palabra y su vida religiosa se ha convertido en nominal en un alto porcentaje. El resultado directo de esto es el abandono de la fe como estilo de vida, los valores, prioridades, formas de comportamientos, ilusiones y otras fuerzas que mueven a estos adultos ya no son las que emanan de la Biblia, al menos no principalmente, sino las normales que mueven a cualquier miembro de nuestra sociedad. Esta pérdida de valores bíblicos afecta como es natural a los hijos que no ven una coherencia entre lo que sus padres dicen y sus padres viven.\n\nEl Doctor Julián Melgosa de la Open University de Londres afirma:\n\nSe dice, y con razón, que el joven cierra el oído al consejo y abre los ojos al ejemplo. Cuando lo que se sostiene de palabra no es confirmado con los hechos, es lógico que no sólo se ponga en duda la fidelidad a los principios de los mayores, sino que se cuestione incluso la validez de estos principios.\n\nSin embargo existen muchos padres que son fieles al Señor, comprometidos con Su Palabra y la iglesia local y ven con temor como sus hijos se acercan a esa edad crítica en que pueden dejar la fe. En algunas ocasiones se produce un abandono de la fe porque los padres no han sido conscientes de cuál era su papel como educadores y por tanto no lo han podido asumir.\n\nLa educación no es algo que simplemente sucede. La educación es una acción consciente de la voluntad que tiene como finalidad producir un cambio conductual y moral en la vida de los hijos. Dicho de otra manera, la educación no sucede, se provoca y se lleva a cabo, se promueve. Del pasaje de Deuteronomio antes mencionado podemos sacar tres principios claves que todos los padres debemos aplicar en nuestro proceso educativo con los hijos:\n\n
El primer principio es el de encarnar la verdad en nuestras vidas. Nuestros hijos deben ver que somos coherentes, no perfectos, con nuestras creencias. Que vivimos aquellos principios, hábitos y estilos de vida que nacen de la Palabra y que deseamos que ellos asuman e incorporen en sus vidas. No vamos a hacer una lista exhaustiva de todos ellos, pero los padres hemos en encarnar entre otras cosas, el perdón, la entrega, el amor incondicional, el servicio y el respeto. Hemos de mostrar que amamos y seguimos a nuestro Dios de forma consciente y responsable.\n\nEl segundo principio es la repetición continuada de los preceptos de la Palabra de Dios. El hogar es el lugar para enseñar la Biblia y sus principios a nuestros hijos. Una y otra vez hemos de exponerlos, enseñarlos y repetirlos. Hemos de asegurarnos que nuestros jóvenes conocen y entienden el consejo de Dios y tienen la oportunidad de aplicarlo en sus vidas. Para ellos hemos de tener tiempos formales (culto familiar o similar) y tiempos informales de enseñanza (enseñando usando las situaciones reales y cotidianas de la vida)\n\nPor último, hemos de ayudarles a aplicar los principios de la Biblia en las situaciones de su vida cotidiana. Hemos de aprovechar cualquier situación, incidente y experiencia de la vida para hacer aflorar los preceptos y enseñanzas del Señor y relacionarlos de manera viva y relevante con ellos. De esta manera nuestros hijos aprenderán que la Escritura involucra todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida, y que tiene y puede dar luz sobre cualquier circunstancia o situación humana.\n'