3b – Hijos de Creyentes
La duda no es mala, la duda es una actitud intelectual que hace que la persona precise de más información o una mejor comprensión de la que actualmente tiene. La duda no debe ser confundida con la incredulidad que es una negativa a creer. La duda es honesta, la incredulidad no lo es. La duda debe de ser respetada, valorada y aceptada. Es más, creemos que debe primarse, que los jóvenes puedan expresar sus dudas con toda su crudeza y profundidad sin que ello implique el riesgo de que puedan verse \"catalogados\" o bien marginados emocional o espiritualmente.\n\nAlgunos adultos, dirigentes o no, ven la duda como algo peligroso, algo a erradicar. Las dudas no se erradican, si por tal término se entiende reprimirlas, ignorarlas, pretender que no existen o obligar directa o indirectamente a sus portadores a ocultarlas. Las dudas se resuelven con amor y con respuestas honestas, íntegras y coherentes. Un líder de jóvenes que siempre favoreció que sus jóvenes expresaran todo tipo de dudas acostumbraba a agradecerles su confianza por hacerlo y prometía que siempre encontrarían una respuesta íntegra, honesta e intelectualmente coherente. Tal vez no sería la que los jóvenes desearían oír, pero sin duda los propios jóvenes sabrían apreciar la coherencia de la misma. Pensamos sinceramente que este es el tipo de actitudes que deberían de existir ante la duda. Es posible que la razón por la que muchos adultos se horrorizan delante de las dudas que pueden plantear sus jóvenes sea el hecho de la propia debilidad y la inseguridad espiritual en la que ellos mismos viven. La inseguridad de otros pone de manifiesto su propia inseguridad y debilidad, tan laboriosamente mantenida bajo control.\n\nHemos de transmitir a nuestros hijos el sentimiento de que la fe no ha de tener miedo de ser cuestionada. La fe, si es verdadera, tal y como creemos los cristianos, no debe tener miedo de la prueba de la duda o el cuestionar. Si permitimos que nuestros jóvenes se cuestionen y planteen su fe y somos responsables en elaborar y proveer respuestas coherentes y maduras, la fe de nuestros hijos prevalecerá. Sin embargo, no olvidemos que una duda no resuelta o reprimida puede ser una semilla de incredulidad. Por otra parte animar a nuestros jóvenes, no a dudar -eso pueden hacerlo y lo harán por sí mismos- sino a expresar sus dudas, puede ser tremendamente beneficioso para nosotros ya que nos permitirá conocer las necesidades reales de nuestros jóvenes, sabremos cuál es su situación real y estaremos en condiciones envidiables para poder ayudarles.\n'