Nuestros hijos han de tomar sus propias decisiones en relación a Dios. Todo ser humano es responsable personal e individualmente de la actitud que tome ante el Señor y su Evangelio. Nuestros jóvenes son entidades morales libres y responsables y finalmente es suya la decisión. Sin embargo, es responsabilidad de la iglesia proveer lo necesario para que esta decisión pueda ser tomada con plena comprensión de las implicaciones y consecuencias de la misma. ¿Evitaremos que nuestros hijos abandonen la iglesia si les ayudamos a clarificar su confusión con relación a la conversión y les proveemos de respuestas a sus dudas? Mi convicción es que probablemente muchos casos de deserción podrían ser solucionados si prestáramos atención a estos dos factores claves. Quiera Dios que ningún joven más abandone la fe debido a que no hemos provisto los medios necesarios para ayudarles en este sentido.'