Pastoral para el Líder-8 – Rendir Cuentas
“Entonces Natán le dijo:\n-¡Tú eres ese hombre! Y esto es lo que ha declarado el Señor, el Dios de Israel:\nYo te escogí como rey de Israel, y te libré del poder de Saúl; te di el palacio y las mujeres de tu señor, y aun el reino de Israel y Judá. Por si esto fuera poco, te habría añadido muchas cosas más. ¿Por qué despreciaste mi palabra, e hiciste lo que no me agrada. Has asesinado a Urías el hitita valiéndote de los amonitas para matarlo, y te has apoderado de su mujer. Puesto que me has despreciado al apoderarte de la esposa de Urías el hitita para hacerla tu mujer, jamás se apartará de tu casa la violencia. Yo, el Señor, lo declaro: Voy a hacer que el mal contra ti surja de tu propia familia, y en tu propia cara tomaré a tus mujeres y las entregaré a uno de tu familia, que se acostará con ellas a plena luz del sol. Si tú has actuado en secreto, yo voy a actuar en presencia de todo Israel y a plena luz del sol.\nDavid admitió ante Natán:\n-He pecado contra el Señor.” (2 Samuel 12:7-15)\n\nMelinda Reinicke, en su libro Parables for personal growth (San Diego, CA: Recovery Publications, Inc, 1993) escribe una historia que la primera vez que la leí me impresionó notablemente:\n\nÉrase una vez un gran y noble rey cuya tierra estaba aterrorizada por un malvado dragón. Como si fuera una gigantesca ave de presa, la horrible bestia se deleitaba destruyendo las aldeas con su fiero aliento. Las desesperadas víctimas huían de sus casas quemadas tan solo para ser heridos por las mandíbulas o el aguijón del dragón. Aquellos que eran devorados instantáneamente eran considerados como más afortunados que los pobres que eran llevados al foso del dragón donde serían devorados cuando a él le placiere. El rey había despachado a sus hijos y caballeros a luchar en muchas valientes batallas contra la serpiente.\n\nCabalgando solo en el bosque, uno de los hijos del rey escuchó su nombre pronunciado de una forma suave y baja. Entre las sombras de los árboles y de las gigantescas piedras yacía el dragón. Los grandes y pesados ojos de la criatura se posaron sobre el príncipe, y su boca de reptil se estiró con una sonrisa amigable.\n\n“No te alarmes,” dijo el dragón, mientras unas ligeras columnas de humo gris salían de los orificios de su nariz. “No soy lo que tu padre piensa”\n\n“Qué eres entonces” preguntó el príncipe, mientras blandía su espada y trataba de controlar con las riendas el caballo que deseaba huir. \n\n“Soy el placer,” dijo el dragón. “Monta en mi espalda y experimentarás más de lo que nunca has llegado a imaginar. Ven ahora. Mis intenciones no son dañinas. Busco un amigo, alguien con quien compartir mis vuelos. ¿No has soñado nunca con volar? ¿Nunca has añorado remontarte por sobre las nubes?”\n\nVisiones de remontarse en lo alto por encima de las arboladas colinas hicieron que el príncipe se moviera dudoso en su caballo. El dragón movió una de sus alas de tal manera que se convirtiera en una rampa de acceso a su espalda. Entre las espinosas escamas de su espalda el príncipe encontró un asiento seguro. Entonces la criatura movió sus poderosas alas dos veces y los lanzó a ambos hacia el cielo. La aprensión del príncipe se fundió entre sentimientos de asombro y exhilaración.\n\nDesde entonces se encontró a menudo con el dragón, pero siempre en secreto porque ¿cómo podía decirle a su padre, hermanos o los caballeros que se había hecho amigo del enemigo? El príncipe se sentía alejado de todos ellos. Sus preocupaciones ya no fueron las de ellos. Incluso, cuando no estaba con el dragón, pasaba más tiempo a solas y menos con aquellos que había amado.\n\nLa piel de las piernas del príncipe se encallecieron como consecuencia de cabalgar la áspera espalda del dragón, también sus manos se volvieron más duras y ásperas. Comenzó a ponerse guantes para ocultar la enfermedad. Tras muchas noches de cabalgar, descubrió que le crecían escamas tanto en su espalda como en sus manos. Horrorizado se dio cuenta cuál sería su destino si continuaba, así pues decidió no volver nunca más al dragón.\n\nPero, quince días después, habiendo sufrido la tortura del deseo, de nuevo fue en busca del dragón. Así sucedió muchas veces más. No importaba cuán determinado estuviera, el príncipe se encontraba a sí mismo atraído una y otra vez, como su fuera arrastrado por las cuerdas de una red invisible. Silenciosamente, pacientemente, el dragón siempre esperaba.\n\nUna fría noche sin luna su excursión se convirtió en un ataque contra una durmiente aldea. Incendiando los techos de paja con poderosas llamas que salían de sus narices, el dragón rugía con placer cuando las horrorizadas víctimas huían de sus ardientes casas. Lanzándose sobre ellos lanzó fuertes llamaradas que rodearon a un grupo de aldeanos que gritaban. El príncipe cerró fuertemente sus ojos en un intento de acabar con aquella carnicería. \n\nEn las horas previas al amanecer, cuando el príncipe volvía de sus viajes solitarios con el dragón, la carretera que conducía al castillo de su padre normalmente permanecía vacía. Pero no aquella noche. Aterrorizados refugiados fluían hacia los protectores muros del castillo. El príncipe intentó escabullirse entre la multitud para encerrarse en sus aposentos, pero algunos de los supervivientes lo miraron y le señalaron.\n\n“Estaba allí” gritó una mujer, “lo vi en la espalda del dragón” otros movían sus cabezas en señal de amargo asentimiento. Horrorizado, el príncipe vio que su padre, el rey, estaba en el patio de armas sujetando entre sus manos un niño que sangraba. La cara del rey era un espejo de la agonía de su pueblo cuando sus ojos se encontraron con los del príncipe. El hijo huyó esperando poder escapar en la noche, pero los guardas lo apresaron como si fuera un simple ladrón. Lo llevaron al gran salón donde su padre se sentó solemnemente en el trono. A cada lado, la gente gritaba contra el príncipe.\n\n“Desterradlo” oyó cómo enfadado gritaba uno de sus hermanos.\n\n“Quemadlo vivo” gritaron otras voces.\n\nAl levantarse de su trono, manchas de sangre de los heridos ensombrecían sus vestiduras reales. La multitud guardó silencio expectante ante su decreto. El príncipe, que no podía soportar mirar en el rostro de su padre, tenía la mirada perdida en el empedrado del suelo.\n\n“Quítate tus guantes y tu túnica” ordenó el rey. El príncipe lentamente obedeció, temeroso de tener que ver su metamorfosis revelada ante todo el pueblo. ¿No era ya suficientemente grande su vergüenza? Había esperado una muerte rápida sin más humillaciones. Voces de repulsión recorrieron la multitud a la luz de la escamosa, áspera piel del príncipe y las espinas creciendo en su columna vertebral. \n\nEl rey se dirigió hacia su hijo, éste se puso tenso, esperando un guantazo de su padre, a pesar de que nunca había sido golpeado por su padre.\n\nContrariamente, el padre lo abrazó y lloró mientras lo sostenía fuertemente. Abrumado e incrédulo el hijo enterró su cara contra el hombro de su padre.\n\n“¿Quieres liberarte del dragón, hijo mío?\n\nEl príncipe respondió desesperado, “lo he deseado muchas veces, pero no hay esperanza para mí”\n\n“No solo” dijo el rey “no puedes vencer a la serpiente tú solo”\n\n“Padre, ya no soy tu hijo. Soy una medio bestia,” dijo el príncipe.\n\nPero su padre replicó, “mi sangre corre por tus venas. Mi nobleza siempre ha estado profundamente marcada en tu alma”\n\nCon su cara todavía llorosamente escondida en el abrazo de su padre, el príncipe oyó cómo el rey instruía a la multitud,\n“El dragón es artero. Algunos sucumben a su violencia y otros a su voluntad. Habrá misericordia para aquellos que quieren ser liberados. ¿Quién más entre vosotros ha cabalgado al dragón?\n\nEl príncipe levantó su cabeza para ver como alguien emergía entre la multitud. Para su sorpresa, reconoció a uno de sus hermanos mayores, uno que había sido loado a través de todo el reino por sus continuas campañas militares contra el dragón y sus numerosas buenas obras. Otros vinieron, algunos llorando, otros sujetando con vergüenza sus caras.\n\nEl rey los abrazó a todos.\n\n“Esta es nuestra arma más poderosa contra el dragón,” anunció “La verdad, no más vuelos a escondidas. Solos no podemos enfrentarlo”\n\n\nEl pecado es una realidad en mi vida. No me gusta, no deseo pecar contra Dios, pero no puedo ser tan necio como para ignorar o no querer admitir que es una realidad.\n\nEs una realidad en la experiencia de todos los cristianos. En más de 30 años de liderazgo cristiano no he conocido ni uno sólo que no sea sensible y vulnerable al pecado.\n\nEstoy incluye a los líderes, o tal vez, sería más justo decir que los líderes somos mucho más vulnerables que el común de los mortales. Tal vez una de las razones es porque somos más estratégicos, nuestra caída puede traer más beneficios a Satanás que la de cualquier otro creyente. También es cierto que sufrimos más presiones.\n\nMe preocupa enormemente que hayamos desarrollado un tipo de cristianismo que nos niega a las personas el derecho a ser seres humanos. El pecado es una realidad, desgraciadamente es una realidad que se vive en solitario, igual que los paseos con el dragón del protagonista de nuestra historia. \n\nHemos creado un tipo de cristianismo en que no se nos permite ser honestos, genuinos, transparentes, auténticos. Un líder debe ser perfecto, santo, sin tentaciones, sin inclinaciones hacia el pecado y, naturalmente, sin pecado en su vida. Esta es la imagen distorsionada que se espera de nosotros y, tristemente esta es la mentira que nos hemos creído, hemos asumido y pretendemos, en vano, mantener y hacer creer a los demás ¡MENTIRA!\n\nMentira porque seguimos siendo atraídos por el pecado, vulnerables a él, sometidos a tentaciones y deseos pero no podemos reconocerlos y debemos vivirlos en soledad. Se lucha en solitario porque no se puede reconocer en público que somos seres humanos como los demás con nuestras inconsistencias, pruebas y tentaciones. \n\nPor todo ello hemos de luchar en solitario y la soledad es el mejor aliado de Satanás en su lucha y combate contra nosotros. \n\nEs verdad que hay ciertos aspectos de nuestras vidas que no podemos compartir con aquellos que nos siguen, a los que estamos liderando y guiando. Para ellos sería una carga demasiado grande para soportar, podríamos ser piedra de tropiezo, puede ser que carezcan de la madurez necesaria para poder entender que también somos humanos como ellos.\n\nSin embargo, como líderes, dada nuestra condición humana y dada nuestra situación de vulnerabilidad, necesitamos personas con quienes podamos vivir la verdad. Personas que nos permitan ser nosotros mismos. Personas que no se van a escandalizar si abrimos nuestro corazón y les contamos nuestras tentaciones, nuestras luchas con el pecado, nuestro miedo a caer. En definitiva, personas que nos oirán sin juzgarnos, que nos aceptarán incondicionalmente y en las que podremos encontrar el apoyo, la oración, la exhortación, el ánimo y la compañía espiritual para luchar contra el pecado.\n\nSantiago afirma que, nos confesemos nuestros pecados unos a otros para que seamos sanados. Hay debilidad en la lucha en solitario contra el pecado. Hay fuerza en la lucha con otros contra el pecado.\n\nEs la situación real de muchos líderes que han caído, y con ellos sus ministerios, debido a que tuvieron que vivir sus luchas en solitario. No querían o no podían compartir con nadie su situación y fueron vencidos por fuerzas superiores a ellos. Creyeron la necia idea de que un líder no puede dar ninguna señal de debilidad o vulnerabilidad y no se abrieron al apoyo, ayuda y supervisión de otros líderes. El problema estalló porque nadie les supervisó en los primeros estadios del mismo.\n\nComo líder necesito personas con quienes pueda ser yo mismo. Necesito compañeros con los que pueda admitir mi realidad como ser humano. Necesito esa gente con quien pueda ser genuino, transparente, honesto, abierto, humano y todo ello sin miedo a ser rechazado, juzgado, etiquetado, criticado o destruido. \n\nDoy gracias a Dios por poder tener esas personas. Doy gracias al Señor por tener gente a la que he concedido la autoridad de cuestionar mi vida, de intervenir si me ven coqueteando con el pecado, de hacerme las preguntas difíciles con relación a mi pureza personal, mis finanzas, mi familia, mis motivaciones, etc. Gente que tiene el derecho y la autoridad de confrontarme en amor.\n\nRendir cuentas es una necesidad vital de todo creyente y más de todo líder. Ninguno de nosotros puede permitirse el lujo de luchar en solitario contra los dragones.\n\n\nMI ORACIÓN\n\nSeñor, gracias por poner en mi vida personas a las que tengo que rendir cuentas. Te agradezco esa gente que tiene el derecho y la autoridad para cuestionar mi vida, mis motivaciones, mis actitudes y mis conductas, pero que lo hace en amor, aceptándome, sin juzgarme y que son una ayuda inestimable en mi lucha contra el pecado.\n\nGracias porque me conoces. Contigo no tengo que pretender ser lo que no soy, ante ti puedo ser totalmente transparente, genuino, en definitiva, ante ti puedo ser humano.\n\nAyúdame a ser siempre sensible a aquellas personas que has puesto a mi alrededor a las que tengo que rendir cuentas. Dame la humildad y la sabiduría para saber apreciar el privilegio de tenerlas y ser enseñable a sus consejos.\n\n\nTU REFLEXIÓN\n\n1.¿Te sientes identificado con la historia del dragón? ¿Refleja en parte tu realidad?\n2.¿Por qué afrontas en soledad el pecado? ¿No hay nadie que te ayude en tu lucha?\n3.¿Puedes contar con personas con las cuales puedes ser totalmente honesto, transparente, genuino acerca de tus luchas contra la tentación y el pecado?\n4.¿Quién en tu contexto personal podría ser ese tipo de persona que sea capaz de aceptarte incondicionalmente y con quien puedas compartir tus cargas, tentaciones, pecados?\n\n\nEL PERSONAJE\n\nTal vez la historia de David y Betsabé no habría sido escrita si David hubiera tenido una buena estructura de rendir cuentas. Si David hubiera contado a su alrededor con personas a las cuales hubiera podido compartir su deseo, su tentación, su lujuria y éstas le hubieran podido ayudar a enfrentarla para no pecar.\n\nO David no contó con este tipo de apoyo espiritual o, si lo tuvo, no supo usarlo para beneficio propio. Lo cierto es que enfrentó el pecado en solitario y cayó en sus redes. Las consecuencias fueron catastróficas, tanto para él, como para su futura esposa, el esposo de Betsabé y el futuro bebé.\n\nAfortunadamente Natán fue y confrontó al rey con su realidad y su pecado y esto permitió a David poder reconocer su realidad y afrontarla.'