Condecoraciones y Coronas
“del Señor recibiréis la recompensa” Col. 3:24\n\nEn la Misión Evangélica Laguna Yacaré (Formosa) hay una enfermera (Catalina) de origen holandés, cuyos logros han sido reconocidos a nivel nacional e internacional y el consulado de Holanda le ha otorgado una condecoración especial. \n\nAl escuchar el relato me sorprendió un dato “ella no puede usar esa condecoración en cualquier lugar, sólo en suelo holandés”. Esto me hizo recordar las coronas prometidas al cristiano. Dios nos ha prometido coronas: la corona de vida, la corona incorruptible, la corona de justicia, la corona de gloria. Pero éstas sólo se podrán lucir cuando Jesús reine en su reinado eterno.\n\nLa única corona relacionada con Cristo en la tierra es la corona de espinas. Si esto es lo que recibió nuestro Señor ¿pretenderemos sus seguidores algo mejor? La corona de espinas está asociada a la cruz y la vida del cristiano es justamente esto: cruz y yugo. Debemos llevar nuestra cruz y compartir Su yugo. \n\n¡Cuánto nos hemos acostumbrado a buscar sólo el éxito! ¡Cuantas veces esperamos alguna recompensa en la tierra!. Jesucristo habló fuertemente contra la búsqueda de gloria pública. En su tiempo estaban los fariseos que todo lo hacían esperando el reconocimiento popular. Jesucristo insistía en más oraciones privadas que largos monólogos públicos. Mas ofrendas sin nombre que donaciones con trompetas. Mas ayuno a cara lavada que un programa de ayuno publicado. Más lloro por las almas que se pierden que celebración por tener una mega-iglesia. \n\nPidamos perdón a nuestro Padre celestial si hemos estado buscando el reconocimiento de los hombres y la gloria por lo que hacemos. Esperemos en las promesas de nuestro Señor y a su tiempo Él nos dará lo que crea que merecemos por nuestra obediencia a sus mandatos. Pidamos que el Señor aclare nuestra mente y nuestra visión. \n\n“Y todo lo que hagáis hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Col. 3:23-24)'