En los sesentas, el mundo entendió la enorme diferencia que puede haber entre adultos y adolescentes. La “brecha generacional” como fue reconocida en esa época, simbolizó la vasta expansión entre la exhuberancia juvenil y el sentido común. Ahora, en el siglo XXI, los padres y sus hijos adolescentes todavía se vuelven locos mutuamente.'