La historia de Josué y Caleb nos enseña una tremenda lección y es que debemos entender que el ministerio no es nuestro, la promesa no es nuestra, los dones no son nuestros y por lo tanto no somos nosotros quienes tomamos la decisión de cómo, cuándo y dónde se deben realizar. Sino que el único dueño de todo es Dios y muy a nuestro pesar Él solo va a cumplir Su parte actuando a Su modo, pues Dios no puede ser infiel a sí mismo.'